sábado, 5 de mayo de 2012

MI OTRA CASA, mi juventud


LA OTRA CASA y MI JUVENTUD

No lo puedo precisar con exactitud, pero al poco tiempo de nacer, mis padres se trasladaron de casa, justo enfrente de la de mis abuelos.
Era un inmueble de alquiler, que pertenecía a “El carbonero”, y allí vivimos, hasta que nos fuimos a Beire, (año 1954) a ocupar la plaza de Secretario de dicho Ayuntamiento.

Un casa antigua pero bastante amplia, totalmente independiente, rodeada de campo, bien distribuida  y con una (lo que hoy llamamos bajera) en la parte posterior.
Apreciamos en la fachada principal, el portón de entrada de madera rústica con una especie de “ventanal, en una de sus hojas que permitía el acceso a varios pestillos, que facilitaban la entrada,y a la vez servían de cierres de seguridad por dentro.
A la derecha una ventana indicaba un recinto interior, que hacia de cuadra, y durante varios años, fue habitado por una vaca lechera, suiza, llamada “Paloma”
A la izquierda  otra ventana apenas imperceptible, daba luz a un pequeño cuarto, que denominaríamos trastero. Mas al fondo portón grande daba acceso a una bajera, que hacia de almacén y  donde se guardaban aperos de labranza, y forraje para los animales siendo  utilizado principalmente por mi tío Juanjo.
En la planta superior, y continuando con la parte izquierda, un balcón,  daba luz al  salón- comedor, destinado también para despacho y oficina, alternando con la oficial, del Ayuntamiento, sita en el edificio escolar. Atravesando el mismo se entraba  en una habitación, donde precisamente dormía yo cuando fui ya mayorcito; su ventana orientada al oeste, comunicaba con el campo y permitía cierta independencia al poder deslizarse (escalando) a la calle, a través de la pared, por supuesto. Era muy normal, trepar por las paredes de piedra, incluso subir a tejados, en busca  objetos que se “encalaban” e incluso de nidos. Como secuelas de esas acciones, fue el fortalecimiento, de los músculos del antebrazo, en detrimento de lo que llamamos “Bolas” de la parte superior del mismo.
Al frente, dos ventanales, orientados al sur  indicaban otros dos recintos, donde se ubicaban, dos habitaciones, en las que dormían mis hermanos; una de ellas se utilizaba, también, la que coincide encima de la puerta de entrada, para laboras propias del hogar, como coser, bordar, tejer madejas de lana y planchar etc. Allí, en los duros invierno el brasero conseguía templar el habitáculo, que con la cocina, eran los únicos, en los que de alguna manera se templaba el ambiente, el resto, las bolsas de agua, en la cama y a “Aguantar” los sabañones, muy normales en aquella época.
Posteriormente esta casa sufrió varias reformas al ser ocupada por nuevos inquilinos.


Esta debió ser la primera, donde apreciamos que ha desaparecido la ventana de la antigua cuadra, y otra se ha transformado en balcón.
Siguiendo con esta figura, vemos, otro balcón a la derecha, donde estaba la habitación principal, y un poco mas al fondo una ventana, indicaba el sitio de la cocina.
A destacar que ha desaparecido el “Altillo”, que en aquel tiempo, era utilizado casi exclusivamente para almacen, ropero, etc pero no se le daba demasiado uso; curiosamente, solo  concurrido, era un armario”casero” protegido por una malla muy fina, colgado en un rellano, hacia la mitad de la escalera que se comunicaba con  esta parte superior, y que llamábamos “La fresquera” era lo mas utilizado, pues hacía de “despensa” y donde se almacenaban cierto tipo de alimentos y bebidas en verano por ser el lugar mas fresco y protegido de la casa , y se conservaban mejor.
  

Sobre esta imagen quiero dedicar una atención especial a LA COCINA, pero antes resaltar la nueva transformación sufrida por la casa:
-Vuelve a aparecer la ventana del “Altillo”
-Se rehace la ventana de la antigua “cuadra”
-Se abre una ventana frontal que da luz y ventilación al cuarto de la entrada que antes la tenia  orientada hacia el costado izquierdo.
Centrándonos pues  en la cocina, quiero destacar, que era el recinto mas importante y utilizado de la casa. Dotada de una cocina “económica” para cocinar, adosada a la fregadera,  estaba provista de un fogón, que en invierno permanecía, constantemente encendido. Alrededor de él, principalmente en invierno, se hacía la vida familiar,se comía, era el salón y cuarto de estar, y lugar para las tertulias, muy habituales en los pueblos, principalmente los domingos, donde alrededor de la chimenea alimentada constantemente por con leña, se escuchaban los partidos de fútbol, por medio de una radio, momento que se vivía intensamente, cantando los goles, al unísono; no recuerdo que hubiera pique entre aficiones, diferentes.
Lo que si me suenan jugadores de aquella época, como, Zarra, y Zamora
Además de todo esto, se desarrollaban otras acciones muy importantes, y atrevidas.
Ya había llegado el agua corriente y en la fregadera, periódicamente se “Fabricaba” JABÓN, que después de elaborarlo y ya endurecido, se cortaba en porciones rectangulares y se repartía entre la familia, principalmente con mis abuelos.
No podía faltar también la fabricación casera de cigarrillos, sistema novedoso, por medio del cual,  con una sencilla maquinita, se iban confeccionando uno a uno, los cigarrillos, evitando así, la penosa y complicada faena de “liarse” el cigarrillo, antes de fumarlo, hecho muy corriente y normal, pero a pesar de este innovador sistema, muchos preferían el tradicional, el sistema manual, transmitido de padres a hijos y seguían usando la petaca, confeccionando sobre la marcha, su pitillo.
Un miembro importante en la familia era el perro de la casa que llamábamos “clavel”
     
En los últimos años, en un terreno, cercano a la Iglesia del pueblo, construimos una Granja, de nueva planta, para la cría de gallinas ponedoras, Con los huevos, cada jueves íbamos al mercado a Estella y poníamos un puesto dentro de unos porches, para venderlos. Yo acompañaba a mi madre, y me divertía mucho, era como una fiesta.
   
Así fue transcurriendo la vida, sin olvidar mi trabajo de monaguillo, en cuya labor lo más ingrato era la Cuaresma, que diariamente había que acudir a ayudar a misa de madrugada, ya que se celebraba a las 6 de la mañana durante los cuarenta días, del ciclo.
A destacar como mas divertido, el estruendo o ruído que en Semana Santa se hacía  en la Iglesia, con las Carracas, en el oficio de tinieblas, como queriendo  simular un terremoto. El estruendo que se hacía era grandísimo…y luego de repente un silencio sepulcral.

La infancia pasaba, acudiendo a diario a la escuela, al frente de la cual estaba la “Seña Resu”, maestra del pueblo, soltera y que vivía con su madre. De ese periodo guardo la imagen de las pizarras individuales, y el clarión, como pieza, esencial, para la escritura. En el recreo, durante el mes de Mayo, acudíamos a los huertos a por flores, principalmente lirios, y luego adornábamos la clase, y cantábamos a la Virgen.
No me libraba de las tareas para casa…voluntarias o impuestas por los padres, destacaba entonces el interés o necesidad en aprender de memoria,  los montes, paises y ríos mas importantes de toda Europa, hecho que se producía en el salón-despacho de la casa, bajo la atenta vigilancia y control de mi padre..
Allí permanecimos hasta el año 1954 cuando en Agosto nos trasladamos a Beire, en un camión de cartolas, nos acomodamos todos como pudimos, incluidos los muebles de la casa, y rumbo al nuevo destino en la Ribera de Navarra.

Poco tiempo permanecí  en ese lugar, ya que, a través del Hermano Hilario, Corazonista y cuñado de la tía Flora, ya me había reclutado para ir interno al Colegio que tenían en Renteria..
Hacia finales de Septiembre me incorporé allí, después de un largo viaje en tren de unos 150 kilómetros. Los asientos de madera eran incómodos, y el humo de la locomotora de carbón, apenas dejaba ver el paisaje. No recuerdo después de cuantas horas…  pero llegamos, yo feliz y contento, a iniciar una nueva aventura
Pronto se inicio el curso escolar, iniciándolo en el que se llamaba “Ingreso” que se consideraba como examen preparatorio que había que superar antes pasar al Bachillerato, que consistía en cuatro cursos del llamado “Bachiller elemental”, con su correspondiente revalida de 4º.      
Justo es reconocer que se me dieron  bien los estudios, y rápidamente, alcancé el “primero” de la clase, y rara vez perdí ya ese puesto, destacando en todas las materias, Geografía, Matemáticas, Historia, Religión y Literatura, en in cluso en Latín y Frances, lenguas que dabamos en aquella época.
Otra faceta destacada en este periodo de mi vida fue el deporte, donde ya en mi primera etapa, dominaba en las carreras de atletismo, que celebrábamos alrededor del colegio.

En los primeros cursos, mi afición favorita era el juego de las “canicas” actividad que se practicaba, en  los ratos libres, ya que los mayores, acaparaban los juegos deportivos. Acabé desenvolviéndome con tanta pericia y habilidad jugando preferentemente al “GUA” y al “TRIANGULO” que en un momento determinado llegué hasta tal punto que me apoderé,  prácticamente todas las “canicas” del Colegio, hecho, que motivó, la escasez de las mismas, y llegando a oídos del Director del Centro, me las“embargó (recuerdo tenia mas de 500), y las volvieron a repartir entre los compañeros, incluidos aquellos, con los que  tanto pique tuve, y  que después de encarnizada lucha, había conseguido ganárselas, por supuesto, en buena LIZ.
    

Fui creciendo, y rápidamente me enganché, en los recreos, a la rutina diaria de los deportes tradicionales. Un frontón cubierto, invitaba a practicar “pelota a mano” especialidad que ya dominaba perfectamente, por haberla aprendido desde muy niño, en Nazar, llegando incluso, ya entonces, a confeccionarme mis propias pelotas (de lana o de trapo) llamábamos así, pues no disponíamos de “cuero” o forro para cubrirlas; los bolos los hacíamos de “moco de oveja” sustancia gelatinosa que se encontraba en el campo y que se dejaba secar, o de  goma de las bicicletas, que recuperábamos, cuando se reventaba el neumático  de la bicicleta o se pinchaba y no tenía arreglo.
Posteriormente y ya en el colegio, perfeccioné la técnica y  hacía pelotas mas sofisticadas, forradas con piel curtida de “cabrito” y que utilizábamos asiduamente, para jugar en el frontis.

El fútbol también practicábamos asiduamente en las eras del pueblo con “balones o pelotas de trapo” que nosotros mismos elaborábamos y por supuesto organizábamos partidos entre los mozalbetes uniformados con vestimenta “original y muy  natural”.
Ya de mayor conseguí vestir camisetas que nos regalaban de varios equipos punteros de la Competición Liguera de aquella época, como Atletic y Barsa.

El baloncesto, era un deporte desconocido por aquel entonces y fue bastante posterior, (ya en el Colegio) cuando nos sorprendieron los primeros “aros o canastas”
importadas por los Americanos,  que poco a poco se fueron introduciendo y rápidamente alcanzaron gran arraigo, principalmente en escuelas y colegios, ya que se prestaba perfectamente a practicar ese deporte en espacios mas bien reducidos y sin necesidad de muchos participantes, e incluso tenía su atractivo el poder realizarlo de manera individual.
  

Ya en el Colegio de Rentaría comenzó otra época donde se compartían los estudios, con numerosos deportes y alternaba las tareas del Colegio con las salidas a casa de mi tía flora, los fines de semana, a degustar sus exquisitos MENUS, sobretodo llenos de cariño, en un comedor, donde se escuchaba el monótono sonido del “Topo” en sus idas y venidas recorriendo el trayecto, Irún S.Sebastian.
Además de practicar diversos deportes, creció la afición  hacia el fútbol e incluso iba a ver jugar al campo de Larzábal, donde mi abuela Jesusa, vivía con la tía Victoria, y además de divertirme, podía saciar mi gran apetito, saboreando sus manjares culinarios. Después de comer, incluso algunas tardes acudía a ver al Touring de Renteria, cuyo campo de fútbol estaba al lado. Me llamaba la atención, un veterano jugador que destacaba de manera especial, que aunque he recuerdo su nombre, se que llevaba el numero “9” a la espalda.
Así termina otra era, otra etapa, de mi juventud, un camino, donde no había problemas ni preocupaciones, donde abundaba la leche en polvo y la mantequilla, que al parecer traían los “yanquis” para ayudar a la España de la Pos-guerra,  pero nosotros, ajenos a esa circunstancia, disfrutábamos a tope de nuestra niñez, de nuestra juventud, de nuestros juegos…e incluso de  nuevas gentes que comenzaban a llegar, de países lejanos, como una persona, co n larga melena y barba, que apareció una tarde cerca del colegio y acercándose a mi grupo, repetía, “turistus”, “turistus” y siguió su ruta hacia la ciudad, al no recibir respuesta alguna, por nuestra parte.

No entendíamos sus gestos y menos sus palabras…si bien luego comprendimos, que podía ser EL PRIMER TURISTA, que se acercaba por estas tierras, donde una savia nueva comenzaba a brotar y renovadas esperanzas surgían, augurando, nuevos  tiempos llenos de esperanza y felicidad.

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